Hay un nuevo indicador de pobreza que los expertos denominan “pobreza de consumo”, en el que ubica a 68% de la población que consume menos de 2.000 calorías por día.
Venezuela ha dejado de ser un país con parámetros de nivel de vida estable.
El grado de pobreza extrema que ha alcanzado en los últimos años y que siguió ensanchando las brechas entre 2019 y 2020 coloca al país en otra escala.
Visto de forma multidimensional, tomando en cuenta las variables relacionadas con el empleo, la educación, las condiciones de la vivienda y los servicios públicos.
La pobreza alcanza al 65% de los hogares, con un aumento de 13,8% entre 2018 y 2019.
Para el mes de abril, cuando el país llevaba un mes en cuarentena y con muy pocos contagios, 43% de los venezolanos había reportado que no podía trabajar o que había perdido sus ingresos.
Ese mes, los hogares que recibían remesas pasaron del 9% al 5%.
Para cerrar la brecha de pobreza extrema requerirá un programa de transferencias directas focalizadas del orden de los 5.000 millones de dólares al año.
Esto permitiría dar un aporte de dos dólares al día a 6,5 millones de hogares.
Esta es una política inviable para el Gobierno de Nicolás Maduro, que se ha quedado sin ingresos por la caída de la producción petrolera y está sumido en una profunda crisis política y de legitimidad.
“El Estado es profundamente pobre para poder emprender este programa y relanzar la economía y mientras no podamos ingresar al sistema financiero internacional vamos a estar sumidos en la precariedad”.
Señala el sociólogo Luis Pedro España en entrevista al portal de noticias español El País
La inseguridad alimentaria y la precariedad de los servicios se han convertido en factores igualadores a la baja en el país.
No hay notables diferencias entre los sectores más pobres y más ricos en estos aspectos.